En 1785, tras un previo concurso de ideas, D. Antonio Valdés y Fernández Bazán (Secretario de Estado y de despacho universal de Marina) seleccionó 12 de ellas, sometiendo a la opción regia de Carlos III una lámina --que se halla en el Museo Naval, en Madrid-- en la cual venían reflejados esos 12 diseños para que el Soberano escogiera un pabellón de la real armada.
El 28 de mayo, por un Real Decreto promulgado en Aranjuez, el Monarca absoluto optó por 2 propuestas, pero alterando una de ellas, a saber: la enseña roja y gualda de 3 bandas para la Marina de Guerra; la propuesta inicial preveía 3 fajas del mismo ancho. Fruto del real antojo fue que la listas encarnadas de los extremos superior e inferior ocuparan tan sólo la mitad de la superficie total, dejándose el resto para la lista central, amarilla. Esa preferencia, junto con la simplificación del escudo de armas escogido por D. Carlos de Borbón, puede deberse al deseo de hacer más claro y visible el escudo --que había de situarse todo él en la faja central--, aunque estéticamente es lamentable la fealdad de la enseña resultante, que parece deforme y panzuda.
Para la marina mercante optó el Soberano por una bandera de 5 fajas, con los mismos colores catalano-aragoneses (rojo y oro), pero quitándole el escudo de armas.
Su Decreto, sin embargo, no expresa motivo alguno sobre la opción de colores, sino que manifiesta únicamente la regia voluntad de que fuera claramente discernible de las de otros soberanos. Éstas son las motivaciones del Rey:
Aquí están los diseños ofrecidos en la lámina:
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