DE IUCAN, LOS COMUNISTAS Y LA NUEVA IZQUIERDA

Miguel A. González(1)

Cuenta la historia que Pirro, rey de Epiro, ganó la batalla de Ausculum contra los romanos a costa de tan graves pérdidas propias que desde entonces se denomina «pírrica» cualquier victoria en la que los daños son superiores a los logros.

En Cantabria, nuestra pequeña región, algunos políticos andan gastando energías en batallas dignas de mejor causa, consiguiendo victorias de aquel tipo, con el agravante de que, en Ausculum, al menos, luchaban ejércitos enemigos, mientras que aquí las victorias-derrotas se obtienen contra uno mismo.

El día 20 de Julio del año pasado se celebró una Asamblea Extraordinaria en la que IU de Cantabria pasó a denominarse IUCAN (Izquierda Unida Cantabra) con un cambio de estatutos (los anteriores se habían aprobado en asamblea general ordinara 8 meses antes) y nuevo análisis de la realidad y proyecto político.

Esta Asamblea Extraordinaria (impugnada) se celebró en base a censos impugnados, con la oposición prácticamente unánime de uno de los componentes de IU --el Partido Comunista de Cantabria (PCC)--, y con las más importantes Asambleas de la región en contra o en situación de ruptura abierta. Los oficialistas ganaron (!), sin oposición (ausente ésta por expulsión o rechazo de todo el proceso). Y después, ¿qué?

Posiblemente el lector no entienda nada; ¿es un problema de cambio de nombre? ¿Qué diferencia hay entre IU e IUCAN como para que se considere conveniente, por unos y por otros, llegar incluso hasta una posible ruptura, con el previsible perjuicio electoral que ello ocasionaría?

Para entenderlo, es necesario conocer algunos datos sobre el desarrollo de los acontecimientos previos a esta Asamblea.

Los dirigentes de IUCAN (hasta entonces IU) lo eran también del PCC (hasta Marzo del año pasado) y desde ese mismo momento pasaron a serlo del «Partido Democrático de la Nueva Izquierda». Es más, en realidad, venían siendo simultáneamente «dirigentes» del PCC y «principales promotores del partido de la Nueva Izquierda» (según dijo la prensa y ellos no desmintieron). Más aún, habían votado a favor de la disolución del Partido Comunista en 1992; y, sin embargo, lo dirigieron (¿hacia donde?) durante 4 años más al mismo tiempo que creaban otro partido. Desde luego, no se les puede negar versatilidad: unos auténticos «todo terreno» de la política.

En Marzo, se pasaron con armas y bagajes, sin que se les moviera ni una pestaña, de una dirección a otra. Dirección, en el doble sentido: de dirigentes de un partido a dirigentes de otro y de una sede a otra. Se marcharon de la antigua sede del PCC dejando el «chiringuito» (palabras textuales del entonces secretario de organización del PCC e IU, y ahora de IUCAN) con una hipoteca histórica más una rehipoteca de regalo que gestionaron en su mandato.

A partir de aquí, descubrimientos sorprendentes. No hay actas, no hay datos, no hay fichas, no hay siquiera la más mínima voluntad de entregar a los sucesores la información que es exigible al abandonar una gestión, no hay rendición de cuentas, pero sí hay deudas, procesos judiciales en marcha por impagos, cambio unilateral de las reglas de juego entre el PC e IU,

El PCC, esquilmado y desorganizado, que intentaron disolver «de hecho», ya que no pudieron de derecho, demostró, sin embargo, su deseo de subsistir.

Entonces se puso en marcha el plan B. Expulsiones de IU de los militantes comunistas que impedían el paseo triunfal de la «nueva izquierda». En particular, expulsión de las Juventudes Comunistas --doblemente incómodas por juventudes y por comunistas. Boicot y cortocircuito a las asambleas donde la línea de la dirección no es mayoritaria. Cambio de proyecto político a los 8 meses de una Asamblea General en la que se había definido aquel y a los tres meses de que los electores se hubiesen pronunciado sobre el mismo. Campaña de prensa de IUCAN durante semanas --antes, incluso, de que los miembros del Consejo Político Regional pudieran ver los documentos (¡no digamos las bases!). Petición de expulsiones, «firmeza democrática», comisión gestora (antiestatutaria) en Torrelavega.

De momento, triunfos sobre el papel (los periódicos) y desastre organizativo. Posteriormente, y a pesar de que hasta el momento la Comisión de Garantías Federal de IU ha dado la razón en todos los casos a los impugnadores del proceso, declarando nulas las expulsiones, etc (resoluciones de las que no se ha cumplido ni una sola), IUCAN ha sido aceptada por «Madrid» dejando perplejos (es un decir) y en la estacada a todos los que defendieron y creyeron en la legalidad y seriedad de nuestra organización.

Los dirigentes de IUCAN probablemente piensan que han ganado algo, pero han calculado mal. Están a punto de infligirse una seria derrota. Probablemente, ya se la han infligido. Bastaría que el Partido Comunista de Cantabria promoviese candidaturas alternativas comunistas en las próximas elecciones (¿una locura? ¿imposible?) para que IUCAN desapareciese de las instituciones. Por supuesto, tampoco habría comunistas en ellas, pero estamos acostumbrados.

En general aspiramos a un cambio radical de sociedad. Nuestra batalla no es a corto plazo. Hemos demostrado a lo largo de la historia que podemos estar fuera, incluso en la clandestinidad, y continuar.

El movimiento comunista se sustenta en un cuerpo teórico que durante los siglos XIX y XX han construido brillantes pensadores, y que, como la socialdemocracia o el liberalismo, forma parte de las grandes teorías políticas de nuestra época. No va a desaparecer por vía administrativa.

Los partidos comunistas de los países de nuestro entorno obtienen en las elecciones parlamentarias resultados comparables a los que obtiene IU en España o en Cantabria: el Partido Comunista de Francia (mucho más rica, mucho más culta) un 9.2 %; Refundación Comunista de Italia, un 8.6 %; el PC de Portugal, junto con los verdes, un 8.6 %. Es decir, en la Europa meridional hay una base votante comunista, que se sitúa entre un ocho y un diez por ciento, anticapitalista consecuente, crítica con el sistema político y económico, inmune a las operaciones de «marketing» electoralista a la que no se engaña fácilmente con el distinto collar con el que le presentan el mismo perro.

El PCE impulsó la creación de Izquierda Unida, una izquierda radical, anticapitalista (al menos así lo creímos algunos), abierta y plural sí, pero desde esos parámetros. Sin embargo, parece ser que no todos entendemos lo mismo. Poco a poco, nuestros dirigentes regionales han ido variando su discurso, al tiempo que su ideología, y exigen que los demás les sigamos en su aventura personal con una fidelidad que ellos no ejercitan a nivel federal. Se desmarcaron, apoyando a Maastricht, por ejemplo --en contra de la mayoría de IU--, porque apoyaron y apoyan una versión socialdemócrata, aguada, de la izquierda, cada vez más indistinguible de la del PSOE. Se desmarcan continuamente de las resoluciones de IU a nivel estatal sin tapujos, haciendo que muchos nos preguntemos si estamos en el mismo barco.

Esos dirigentes están donde están con los votos prestados por los comunistas (a los que ahora quieren sumar los de los regionalistas, sacándose de la manga un «regionalismo progresista» al que, una vez que tenemos las siglas, ¡«hay que llenar de contenido»!). Puede que al final se queden sin los unos y sin los otros. Y no hay tanto hueco en medio.

En el futuro próximo, con el capital a la ofensiva, a cara de perro, no van a valer ambigüedades folclóricas, ni rellenos sobre la marcha de siglas inventadas que no convencen ni a sus propias bases. Aparte del dudoso «currículum» de intentar disolver un partido que dirigían y dejarlo en bancarrota, y llevar al borde de la ruptura la formación que dirigen ahora (lo que, como mínimo, pone en cuestión su capacidad de integración y liderazgo), no se sabe de qué están orgullosos.

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