REALIDADES INOBJETABLES: A propósito de las llamadas cumbres hemisféricasNOTA19_1

Ojalá que, como se ha reiterado en estos días, la II Cumbre de las Américas, que se efectuará este fin de semana en Santiago de Chile, supere la retórica y se traduzca en acuerdos que permitan encarar el nuevo milenio con avances concretos beneficiosos para las grandes masas del continente.

Bien que lo necesita una región donde desde personalidades locales hasta los más autorizados organismos internacionales identifican como la más inequitativa del mundo en cuanto a ingreso --donde el 20% más rico de la población gana 19 veces por encima que el 20% más desafortunado--, y también en el acceso a los servicios educativos.

Los cálculos más optimistas relacionados con el crecimiento económico de América Latina y el Caribe hasta el 2000 reflejan niveles de pobreza del 40% de la población, lo cual equivale a unos 160 millones de personas.

El Banco Mundial recientemente difundió la cifra de 175 millones que en la actualidad son considerados pobres en esta porción del planeta, 65 millones de los cuales clasifican en la pobreza extrema.

Mientras se hace una apología de las políticas de ajuste junto a los indicadores macroeconómicos, las evidencias de los niveles de marginalidad y pobreza son imposibles de ocultar, y más aún preocupan por su virtual poder explosivo.

Durante sábado y domingo, alrededor de una mesa en cuyo centro se halla el mapa de América trabajado en cobre, se reunirán 34 jefes de Estado y de Gobierno para la segunda edición de una cita que desde sus inicios, obedeciendo al dictamen de Estados Unidos, excluyó a Cuba. Y que nació en Miami con la aviesa intención --principalmente-- de mantener una hegemonía --sostenida muchas veces en la historia por la fuerza--, en momentos en que las Cumbres Iberoamericanas se convertían en un foro natural para los países de la región.

Según los propósitos de esta nueva edición los gobernantes quieren sentar las bases de una comunidad que junto al libre comercio fortalezca la educación, entre los aspectos más significativos propuestos en la llamada Declaración de Santiago y el Plan de Acción.

Ciertamente, en un mundo signado por la globalización neoliberal, el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), auspiciada por el vecino poderoso del Norte, puede resultar atrayente para las necesitadas economías latinoamericanas y caribeñas.

Por otra parte, los dirigentes de estos países están conscientes de que sólo la eficiencia garantiza la supervivencia en un mundo cada vez más dependiente de las grandes transnacionales. De ahí que, junto con la inserción supuestamente ventajosa en el terreno comercial, se hable de extensión de la educación y erradicación de la pobreza.

Ello representaría más empleo y bienestar y en consecuencia vendría la erradicación de la desigualdad y la injusticia. Pero, el tramo entre el dicho y el hecho, además de largo, está preñado de obstáculos.

Propósitos parecidos quedaron inconclusos desde mucho antes de que se pusiera en boga la globalización neoliberal, por ejemplo cuando en los años 60, el entonces presidente de EE.UU., John F. Kennedy, lanzó la Alianza para el Progreso para enfrentaría al ejemplo de la Revolución Cubana.

«La pobreza no debe ser sufrida en silencio por los pobres ni debe ser tolerada por quienes están en situación de cambiarla», según el Informe sobre el Desarrollo Humano de 1997 elaborado por el PNUD.

El propio organismo de la ONU señalaba que en la región hay 42 millones de adultos analfabetos, 55 millones de personas sin acceso a servicios de salud, 109 millones sin acceso a agua potable, cinco millones de niños menores de 5 años malnutridos, y 36 millones que no sobrevivirán los 40 años de edad.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe ha insistido en la necesidad de destinar a la educación el 7% como mínimo del Producto Interno Bruto de cada país; sin embargo, los presupuestos para ello como regla se reducen atendiendo a los programas de ajuste neoliberal, la consiguiente descapitalización y la reducción del papel del Estado en la sociedad.

Una Comisión Internacional sobre Educación, Equidad y Competitividad Económica en el área, integrada por 18 especialistas de diversos países, llamó a los líderes políticos a cumplir sus promesas de contribuir al mejoramiento de la educación.

El número de niños que ingresan a la enseñanza primaria --revelan-- ha aumentado a un nivel sin precedente, pero pocos logran llegar a los grados superiores. Cerca de la mitad de los alumnos repite el primer grado y casi un tercio repite el grado que está cursando, mientras que uno de cada dos estudiantes no logra terminar el sexto grado, sin contar que 12 millones de niños ni siquiera asisten a las aulas.

En relación con la enseñanza secundaria, sólo uno de cada tres niños asiste a ese nivel y la mayoría de los que ingresan abandonan la escuela para trabajar, pero carecen de las habilidades necesarias para tener éxito en las economías «modernas».

Y, como colofón, los expertos añaden que la educación en América Latina y el Caribe está exacerbando la desigualdad, lo cual se manifiesta en las abismales diferencias existentes entre las escuelas privadas y las públicas.

En las condiciones actuales el Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD, advierte acerca de que «nuevas presiones a escala mundial crean o amenazan nuevos aumentos de la pobreza», y que «ha llegado el momento de crear un mundo que sea más humano, más estable y más justo».

Por cierto, no está de más recordar que e propio organismo de la ONU ubicó a Cuba el segundo lugar entre un grupo de 78 países subdesarrollados que tienen el menor nivel de pobreza humana, entendida esta como la capacidad de tener una vida larga y sana, disfrutando de un nivel decente de vida.

Precisamente, el único país excluido de esta llamada cita hemisférica, y por demás víctima de una guerra económica, comercial y financiera por parte de Estados Unidos, a la que se opone la casi totalidad de la comunidad mundial, es también de los pocos países de la región donde la mayoría de lo que ahora se retoma como propósito para después de comenzado el próximo siglo tiene mayores logros.

Los cubanos, sin embargo, nos alegraríamos de que efectivamente haya avances a partir de esta reunión que beneficien a la mayoría desposeída del hemisferio. Ojalá contribuyan a ello las posiciones comunes que los países hermanos de la región lleven a este foro como en el caso de la negociación en bloque sobre la participación en el ALCA, frente al interés norteamericano de hacerlo bilateralmente.

La idea de que el ALCA no se limite a cuestiones comerciales e incluya el aspecto social gana terreno en el hemisferio; a no dudarlo, también llegará el momento en que la imposición de modelos únicos quedará en el camino, dando paso a quienes tienen su propio modo avalado por su propia experiencia, y no renuncian a él porque con ello defienden su soberanía y sus principios.


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