TARDE DE TOROS
por Gabriel Gálvez Carrasco
(Vicepresidente del círculo de escritores de Valparaíso. Chile)
Esa tarde era casi de noche cuando llegué al cielo Taurino, me recibió un toro viejo albo como la leche, era el mismo San Piétroro que viendo mi calamitoso semblante me dijo:
- Por favor hijo dime: ¿qué te ha pasado, porque llegas en ese estado?
- Bueno realmente no lo sé, todo pasó tan rápido, le contesté.
- Pero dime algo, ¿quien eres, de donde vienes?
Me llamo Serranito, soy de Salamanca, nací en una finca de crianza de toros bravos, mi madre se llama Clavelina y mi padre se llama Faraón y es famoso por ser un gran semental.
Crecí entre mis hermanos todos fuimos muy bien tratados, con regímenes especiales para cuidar nuestra salud y además disponíamos de espaciosas dehesas que nos proporcionaban abundante comida y mucha tranquilidad.
A la edad de tres años ya era muy parecido a mi padre, pesaba 530 Kilos, con piel negra azabache, poseía una cornamenta larga, ancha y abierta que inspiraba respeto, eran parte del trapío que caracteriza a un toro fino.
Una mañana muy cerca de mi cumpleaños unos hombres nos arrearon junto con algunos primos y hermanos hacia el carromato de un enorme camión trailer. No fue nada de fácil hacernos subir, pero quedamos bien acomodados.
No teníamos ni idea a donde nos llevarían, pero presentimos que nuestro viaje no tendría boleto de regreso.
Siempre veíamos desaparecer de esta forma a algún familiar, pero nunca supimos realmente que había pasado con ellos. Tampoco nadie volvió para contarlo.
Al día siguiente llegamos hasta los corrales de un gran edificio redondo en la ciudad de Madrid, y me pude enterar que se llamaba "Plaza de toros Las Ventas", era un edificio majestuoso de una arquitectura muy singular. Se me ocurrió pensar que ese era un recinto especial donde se comerciaban toros. Alguien nos compraría para llevarnos a otra fincas y quizás darnos un trabajito similar al que hacía mi viejo. Mi Padre tenía un harem de vaquitas y lo pasaba bastante bien, yo siempre lo veía disfrutar con su sexi trabajo. No era para nada pesado y era muy gratificante, en realidad siempre pensé que era el trabajo ideal para un torito como yo.
Al año de vida nos separaron de las hembras con la idea de que fuéramos mas iracibles y nos dejaron viviendo sólo entre machos. Ahora en mi plena madurés sexual deseaba tener una relación de pareja normal.Estaba ilusionado con la nueva vida que me esperaba, yo era un animal muy joven y con muchas ganas de vivir. En realidad... hasta ese momento, aún no había empezado a vivir.
Esa misma tarde sentí el ruido que generaba la multitud congregada en el recinto de la plaza y pensé que quizás la subasta estaba a punto de comenzar. Muy pronto seríamos todos transferidos. A eso de las 5.30 sentí toques de clarines y me dí cuenta que era conducido por un obscuro y estrecho pasadizo. No cabían duda, yo sería el primero de mi grupo en saber que destino nos esperaba. Unos instantes de expectación y veo delante de mí que se abre un portón de madera rojizo mostrándome al frente un espacio amplio y bien iluminado por el sol. Mi instinto me hizo correr de inmediato hacía esa pradera agreste y arenosa. Allí me di cuentas que la gente se interesaba en mi, eran miles, todos sentados en circulo y al ver mi figura soltaron una exclamación de admiración, yo realmente era un torito bello y me sentía orgulloso de mi figura.
Pude apreciar también el recibimiento que me brindaban algunos muchachos alegremente vestidos que me saludaron batiendo sus capas rosadas y fuxias, invitándome a corretearlos, era un juego que me hacía feliz. Me sentí importante porque cuando yo me acercaba, ellos corrían a esconderse detrás de unas protecciones de madera que se ubicaban en varios sectores del ruedo. Bueno era lógico, yo era un toro bravo y necesitaban exhibirme. Ellos querían hacerme correr para demostrarles a los interesados que estaba sano y vigoroso.
Después de algunos minutos nuevamente sentí una fanfarrea de trompetas y me sorprendí ver salir al ruedo a dos jinetes a caballo y me pregunté:
- ¿que diablos hacen ellos en un lugar destinado sólo para toros en subasta?
No me pareció lógica esta intromisión, esos caballos venían muy protegidos y los fornidos jinetes también lucían aperos feudales con botas altas de acero y portaban una quijotesca lanza en su diestra. Los robustos caballos cuasi percherones tenían sus ojos tapados porque, era evidente, no querían que se asustaran con mi presencia, además estaban forrados con colchonetas de pies a cabeza, todo me pareció grotesco y de mal gusto.
Sin pensarlo dos veces corrí hacía uno de ellos con el fin de empujarlo fuera del ruedo, y en el momento que hundí mis astas contra la gruesa colchoneta protectora del equino, sentí penetrar en mi lomo la lanza que picaneó con fuerza reiteradamente el jinete que lo montaba. Con furia los volví a embestir y esta vez desplomé a la dupla que rodó por la arena. El público celebró mi bravura y el grupo de hombres con capotes los protegió reincorporándolos. Una y otra vez ataqué y fui atacado. Por las grandes heridas infringidas sentí brotar un río de sangre de mi lomo, la que caía al suelo rodando a borbotones por mi vientre. En ese instante me di cuentas de lo equivocado que estaba, nadie querría comprar un torito reproductor gravemente herido y desangrándose tan profusamente.
Una nueva fanfarrea ordena a los jinetes a retirarse del ruedo y los veo alejarse con la satisfacción de la misión cumplida, además con la complacencia de la concurrencia que los alentaba.
En ese instante me oriné de pavor y de rabia por todo lo que estaba viviendo. ¿Qué había hecho yo en mi corta vida para merecer tan injusto castigo?
Estaba fuera de mis casillas, cerrando los ojos embestía al que se me pusiera por delante, fue en ese instante que empecé a sentir nuevos dolores y más sangre al ver que payasetes con trajes brillantes clavaban nuevamente en mi lomo filosas flechas de acero vestidas con papelillos de colores y luego corrían despavoridos al ver mi intención de defenderme. Seis dardos de dos en dos recibí nuevamente sin poderlo entender.
Estaba agonizando de dolor y pena cuando se me acercó otro que tenía por misión quitarme la poca vida que me quedaba. Incluso jugó con mi orgullo y mi dignidad, aprovechándose de mi nula condición de razonamiento. Me conminó reiteradamente a embestir su capa roja, sabiendo perfectamente que mi deplorable condición visual y mi condición física general estaba destrozada por aquel inexplicable castigo.
Pude comprobar con tristeza que el aliento de los presentes no estaba precisamente con el más débil y sentí las burlas hacia mi persona al no poder rasgar el paño rojo en movimiento que me humillaba.
- Oleeeee, Oleeeee, Oleeeee, gritaban todos complacientes.
Después de que mi verdugo pudo lucirse ante los presentes, demostrándoles un sobrenatural valor y después de haber comprobado mi dramático estado de indefensión, fui cobardemente abatido por su espada asesina, que hundió prestamente en mi agónico cuerpo hasta atravesarme el corazón.
Así, despiadadamente me han matado.
Una vez desplomado, la concurrencia aplaudió y con vítores celebró. Luego me cortaron las orejas como trofeo y mi cuerpo lacerado fue arrastrado por tres mulas que con indeferencia traspasaron una puerta lateral.
- Esa es mi triste historia.
- Mmmmm... Me lo hubieras dicho antes...
Vienes de allá...
Les ha costadodo mucho evolucionar...
Ven hijo...entra ya...
aquí está tu lugar.
Gabriel Gálvez
Octubre 2011