FRANCISCO FRUTOS
La sinrazón de las bombas

EL DEBATE INTELECTUAL.- El conflicto en la región de los Balcanes, ahora con los dramáticos tintes del exterminio del pueblo kosovar a manos serbias y la consiguiente respuesta armada de la Alianza Atlántica, tiene antiguas raíces históricas, sociales y culturales que hoy se analizan en estas páginas. Además, se somete a debate la responsabilidad que, en esta crisis, tiene el llamado Nuevo Orden Internacional diseñado en función de los intereses de las grandes potencias occidentales, dominado, en buena medida, por el poder hegemónico de Estados Unidos, y en el que han perdido su peso específico, hasta quedar rebajadas al papel de meras comparsas, organizaciones internacionales de la talla de las Naciones Unidas, en tanto que el potencial bélico y la capacidad para amenazar con el uso de la fuerza se han convertido en verdaderos instrumentos de la política exterior.

En el espacio político de la antigua Yugoslavia -que no ha durado un siglo- la etapa en la que han convivido dentro de la República Federal de Yugoslavia todos los pueblos y etnias de la región ha sido, de largo, la más pacífica y fructífera de la Historia en los viejos países que la componían. Lo cual no significaba que no hubiese problemas socioeconómicos, políticos y de todo tipo, de la misma manera que los ha habido en la construcción de otros espacios que abarcaban diversas naciones, etnias, grupos culturales, o incluso igual que los que acontecen en naciones-estado uninacionales más consolidados.

Es un primer dato a retener para lo que diré más adelante, después de hacer un poco de memoria.

El inicio de todos los conflictos que azotan a la antigua URSS y a Yugoslavia (estados plurinacionales puros donde los hubiere) está en la destrucción de la URSS y en el desmembramiento de Yugoslavia, a las que previamente se les ha lanzado los señuelos de un capitalismo generoso y benefactor que, en poco tiempo, traería la felicidad a sus gentes.

Capitalismo sin trabas, ya que los que venden (Alemania, por ejemplo) no las desean, y nacionalismos que recuperan lo más oscuro de la tribu, son los ingredientes que han conducido a la situación actual. Y alguien alentó esto, lo jaleó y buscó espacios económicos y políticos por encima de gentes, de unidades y de experiencias compartidas en un mismo solar patrio. Patria que sólo tiene sentido desde su personalidad, o personalidades específicas, si tiende a la universalidad humana, desde la diversidad cultural y el mestizaje.

En Yugoslavia, en unos Balcanes conflictivos y contradictorios, como en muchas otras tierras, aprendieron a convivir primero y a fundirse después gentes de diversas procedencias, etnias y culturas. Repito, con todos los problemas inherentes a cualquier sociedad. Responsabilidades personales las hay, colectivas y singulares, de Milosevic y de otros dirigentes que pudiendo enfocar una alternativa compartida con concesiones mutuas, entraron en la vía de la disgregación, el victimismo y la confrontación.

Pero hay responsabilidades también de otros que han visto en Yugoslavia la posible recuperación de su espacio vital, esta vez en forma de influencia socioeconómica y política. Alemania, en primer lugar, y toda la zona de influencia europea, después, ensimismada desde hace mucho en desbrozar el camino para los negocios, en vez de construir una realidad política, económica, social, moral y cultural.

Esas gentes han jugado también de forma irresponsablemente interesada al peligroso juego de la destrucción. Y han quemado en la misma hoguera a las gentes serbias, croatas, bosnias, kosovares, macedonias, montenegrinas, para mucho tiempo. Y no digamos la actitud del Vaticano, de un Papa evangelizador de espada que con tal de ganar espacio espiritual bendijo la separación de Croacia.

O sea, que demonizar a Milosevic es lo más fácil del mundo cuando se tiene poder para hacerlo y cuando se silencian los flujos y negocios de armas que llegan a todas partes, también al llamado Ejército de Liberación de Kosovo (es curioso, en España lo llamarían banda terrorista).

Por cierto, Estados Unidos y otros países han apoyado durante largo tiempo con armas y dinero a Pol Pot, responsable de incalculables muertes en Camboya, o a los talibanes de Afganistán, o a muchos otros movimientos terroristas. Todo con tal de aplastar a los vietnamitas que se enfrentaron al terror polpotista, o de hundir a la antigua URSS en Afganistán en plena Guerra Fría.

Por tanto, la hipocresía, el dogmatismo y la falsedad del nuevo-viejísimo orden único se debe denunciar con datos y verdades, siendo conscientes de que la inmensa mayoría de medios de comunicación sólo se harán eco de la verdad oficial, verdad que más pronto que tarde contribuye a conducir a la barbarie.

Ahora, en nombre de los derechos humanos, se está bombardeando Yugoslavia. Nunca he entendido los derechos humanos envueltos en bombas, ni tan siquiera en Hiroshima y Nagasaki, o en Dresde.

En estos bombardeos no se ha tenido en cuenta la legalidad internacional. Las Naciones Unidas han sido relegadas con la excusa de que Rusia y China vetarían la intervención. Sólo la ONU tiene capacidad para decidir, cumpliendo sus propias normas de intervención, que no se cumplieron en la Guerra del Golfo. Una ONU marginada, que tendría más credibilidad si sus resoluciones se cumplieran, por ejemplo, por parte del Estado de Israel.

Pero aún más importante que no haber tenido en cuenta la legalidad internacional, no se ha actuado con el buen sentido común para solucionar las cosas. Y ¿se puede solucionar un problema que nace de la ruptura de Yugoslavia con bombas? ¿Con víctimas civiles y militares? ¿Quién en su sano juicio y que sea decente puede pretender doblegar a un pueblo con bombas? Nunca en la Historia ha sucedido así.

Según cuentan los medios de comunicación y glosan los intelectuales orgánicos y mercenarios del pensamiento único para cargarse de razón, en los ocho días de bombardeo los actos de violencia y de guerra se han multiplicado. ¿Entonces? Hemos denunciado las acciones brutales de los gobiernos turcos contra los kurdos. Sin embargo, nunca pediremos bombardeos o una intervención militar, sino la intervención política como única forma de solucionar el problema.

Mucha gente sabe ya, aunque los responsables lo escondan, que podía haber habido un acuerdo político que iniciara la solución, ya que al final de las conversaciones de Rambouillet el Gobierno de Yugoslavia aceptaba prácticamente todas las propuestas, salvo el despliegue de tropas de la OTAN, a las que se proponía la alternativa de los cascos azules, bajo el mandato de la ONU. Esta es la realidad. Podía haber habido un acuerdo. No se quiso. Se escogió doblegar. Los resultados están a la vista.

Asimismo, la prepotencia bélica de la OTAN se ha expresado en el desprecio a las gestiones que ha realizado Primakov ante el Gobierno de Belgrado. Gestiones que exigían un gesto inmediato de EEUU y gobiernos subalternos y de su mayordomo Solana, ya que aunque las cosas parezcan muy difíciles en un momento dado, cualquier alternativa es mejor que intensificar la guerra.

¿Qué hacer? Con la voluntad y con la convicción de que la paz no se puede conseguir con la guerra, se trata de que toda la gente pacífica y lúcida exija:

-El inmediato cese de los bombardeos y el fin de la guerra.

-Que el Gobierno de Belgrado y el ELK decreten el alto el fuego y acuerden una tregua, al tiempo que garanticen el inmediato respeto de todos los derechos humanos en sus zonas de influencia así como que impidan todas las formas de violencia.

-Que se inicien conversaciones de paz bajo la mediación directa del secretario general de la ONU para que tras el diálogo y la negociación se encuentre la fórmula que, respetando los legítimos derechos del pueblo kosovar, permitan la convivencia pacífica en toda la región.

-Que la UE impulse y auspicie la realización de esta conferencia de paz al tiempo que facilite la ayuda humanitaria necesaria para paliar los efectos de esta barbarie.


Francisco Frutos es secretario general del PCE y miembro de la dirección de IU.

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