Kosovo bajo la bota del imperialismo y de los separatistas albaneses

por Lorenzo Peña

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Renato Descartes desarrolló su pensamiento filosófico en torno a la duda metódica: dudar acerca de todo. Pero se dio cuenta de lo difícil que es simplemente dudar, poner entre interrogaciones todas las opiniones, como si nos diera igual el sí que el no, cuando nuestros preceptores nos han inculcado una de las dos respuestas a una cuestión. Así vino en propugnar la duda hiperbólica, que estribaba en proponerse creer justo lo contrario de aquello que nos hayan inculcado, hasta conseguir que se equilibren los prejuicios con las nuevas opiniones que nos hemos empeñado en abrazar por nosotros mismos.

Valga o no valga ese enfoque de manera general, convendría ver cuán aplicable pueda ser en aquellos temas en los que sufrimos cada día un lavado de cerebro por parte de unos preceptores nada desinteresados, que son los manipuladores de la opinión a sueldo de los millonarios que de hecho mandan en nuestra sociedad.

Tenemos motivos de sobra para desconfiar de cuanto nos quieren hacer creer los medios de la opinión establecida. Los hemos pillado en mil mentiras, en burdas falsificaciones; la base inductiva que tenemos nos hace colegir que aproximadamente la mitad de lo que dicen es falso, y el resto inexacto, verdades a medias. No sabemos cuál mitad es la falsa. Así que no estará mal intentar aplicar la regla metodológica de Descartes, y, salvo prueba de lo contrario, creer blanco cuando los medios de comunicación del sistema nos dicen negro, y viceversa.

Claro que no disponemos en general de medios propios de información; y así al final todos hemos de renunciar a la regla cartesiana y, quien más quien menos, creer al menos una parte de lo que nos cuentan los medios oficiales.

Mas sí podemos tomar medidas de cautela. No voy ahora a entrar en el detalle de cuáles pueden ser razonablemente tales precauciones, mas quede sentado lo que precede. En principio no podemos creer nunca en lo que nos quieren hacer creer; y, cuanto más traten de inculcárnoslo, cuanto más visible sea el intento manipulador de desinformación y adoctrinamiento, más razones nos asisten para desconfiar y hasta para inclinarnos --como hipótesis al menos-- a la opinión opuesta.

Teniendo en consideración tales pautas, cabe preguntarse qué está pasando en estos momentos en Kosovo, al haberse impuesto el brutal dictado de la NATO.

Las noticias que nos cuenta la TV española, las que nos cuentan Radio Madrid, Radio Nacional, Radio Popular, etc, son una cosa. Las que tenemos de fuentes antiimperialistas son otra cosa, y el parecido es nulo. ¿A quién creer?

Lo razonable es operar por inducción, examinando las credenciales de quienes cuentan las cosas. La TV española no es de hoy, sino que empieza su andadura en 1956. Ni son de hoy Radio Nacional, Radio Madrid (la SER), Radio Popular. Las hemos oído los españoles ya hace decenios. Y sabemos cuál era su versión de nuestra propia realidad, que hemos podido contrastar con nuestra propia experiencia.

De los órganos de la prensa escritos, a algunos como el ABC podemos seguirles la trayectoria; cualquiera puede hojear en una hemeroteca la colección de ese periódico, siendo particularmente interesante lo que escribía en 1939, en 1940 y años sucesivos. Otros son de creación posterior, mas a menudo sus fundadores tienen pasado periodístico, como lo tiene el ex-compañero de aulas de quien les habla, D. Juan Luis Cebrián, quien, al calor del opus-falangismo que ardientemente profesaba, hizo una excelente carrera en los órganos de propaganda del Movimiento Nacional, pasando a fundar El País. Así que es de presumir que el tenor de los contenidos del Arriba, p.ej., es pertinente como antecedente informativo de lo que ahora se escribe en esos periódicos borbónicos.

Los datos que llegan a nosotros de otras fuentes nos empujan a acentuar las dosis de escepticismo con relación a los órganos de opinión borbónicos a que, ya de suyo, da pie esa trayectoria anterior de los mismos. Mas no sólo eso. Es que los datos que nos llegan confirman una mayor y más especial analogía: una enorme similaridad entre lo que está pasando ahora en Kosovo y lo que sucedió en España en 1939.

En ambos casos un vencedor brutal y sanguinario impone despiadadamente su bota militar haciendo todo lo posible por humillar, destrozar, aniquilar, degradar y descorazonar al vencido, criminalizándolo hasta el extremo máximo, combinando en la represión el terror impuesto por los militares con la total permisividad hacia irregulares que se encargan de los paseos, las palizas, los desaparecimientos. En España fue la Falange. En Kosovo es la UÇK, a la que los conquistadores de la NATO dan de hecho (digan lo que dijeren) carta blanca para perpetrar todas sus fechorías.

Dicen que han dado a la UÇK la orden de desarmarse, y a la vez anuncian que, de la mano de la UÇK que allí los ha llevado, han descubierto fosas comunes y tumbas masivas. Dejando, de momento, de lado la verdad o falsedad de la alegación, preguntamos si los hombres de la UÇK --que han precedido al ocupante, según el propio decir de éste, en ese dizque descubrimiento-- han explorado el terreno y han llevado a él a los militares de la NATO armados o desarmados. Si armados, ¿han requisado esas armas los militares imperialistas o lo han dejado para mejor ocasión? ¿Han tomado esos militares precauciones para cerciorarse de que la UÇK no estaba perpetrando un montaje, haciendo pasar como muertos a manos serbias quienes habían en realidad sido abatidos por la propia UÇK? Si no lo han comprobado (y no hemos oído ni siquiera a los voceros de la propaganda atlantista la menor alusión a que se haya tomado precaución alguna), está claro que todo eso es sospechoso.

Está claro que la justicia que quieren imponer con esos supuestos descubrimientos es exactamente igual que la que impuso Franco en nuestra patria en 1939. Kosovo está ahora bajo la bota militar de la NATO, esa NATO que --para implantar su ocupación militar y la ulterior anexión de Kosovo a Albania-- ha causado a Yugoslavia dos mil muertos civiles (no sabemos cuántos muertos militares --ese número parece baladí e intranscendente a los de la NATO, aunque no lo sería si se tratara de sus ahijados de la UÇK), miles y miles de tullidos y lisiados, medio millón de empleos destruidos, la mayor catástrofe humanitaria y ecológica de todos los tiempos, más destrozos que los que causaron los alemanes en ese país durante toda la segunda guerra mundial.

Bajo la ocupación brutal del sanguinario ejército de la NATO no cabe esperar la menor justicia, sino que se seguirá haciendo lo que se ha empezado ya a hacer: rienda suelta a los milicianos de la UÇK, represalias, un clima de terror, farsas judiciales sin garantías, humillaciones, persecución de cuantos no sean incondicionales del nuevo poder, culpándolos de todos los males habidos y por haber, sometiéndolos a todas las vejaciones y torturas imaginables.

No exageramos. No inventamos nada. Podemos dejar de lado el precedente español (si bien cabe recordar aquí que en febrero de 1939, cuando todavía resistía el pueblo español, Francia e Inglaterra reconocieron al sublevado Franco, quien impuso así su feroz tiranía con el respaldo de Alemania, Italia, Francia, Inglaterra y los Estados Unidos, las potencias que hoy dirigen la NATO). Simplemente examinemos otro precedente más cercano: Kuvait, 1991. Tras reconquistar el Gibraltar del golfo pérsico --que había sido fugazmente liberado por el pueblo iraquí--, los imperialistas reimpusieron la feroz tiranía feudal de los As-Sabaj, quienes perpetraron un horrendo baño de sangre y una despiadada limpieza étnica contra la población de origen palestino, amén de un régimen oprobioso, fundamentalista-mahometano, condenando a la mujer al harén. La mera sospecha de estar de un modo u otro relacionado con personas sospechosas de haber simpatizado con el hermano iraquí era motivo suficiente para sufrir la más brutal represión. Todo bajo la mirada complaciente del ocupante norteamericano y de sus cómplices imperialistas, sin que la prensa llamada `libre' haya habladode todo eso, salvo excepcionalísimamente.

Y desde luego no está tampoco de más recordar las muchas crueldades que ha sufrido la población serbia una vez que Croacia y Bosnia han sido desgajadas de Yugoslavia y que en ellas se han impuesto regímenes separatistas pro-occidentales. Como que uno de los cabecillas de la UÇK es un ex-alto dignatario del régimen croata. Las viejas alianzas perduran y se reanudan. Durante la segunda guerra mundial hubo una alianza entre: por un lado, los mahometanos pan-albaneses --que anexionaron el Kosovo a la Albania satelizada por las potencias del Eje--; y, por otro lado, los fanáticos católicos de Ante Pavelic, el Poglavnik (significativa denominación: en serbio-croata `poglavnik' quiere decir `caudillo'); éste último pasó el final de su vida en España, disfrutando de la acogida de Franco.

Para perpetrar su baño de sangre y su brutal represión revanchista, el ocupante imperialista en Kosovo se sirve de los dos brazos: los irregulares fascistas, de un lado (ya hemos hablado de ellos), y los órganos pseudolegales de otro. Igual que el franquismo necesitó y obtuvo la colaboración de muchos togados, hombres de leyes, respetables, con buenos curricula académicos y judiciales; igual los Atilas de la NATO cuentan, como instrumento a su servicio, con los servicios de sus órganos de represión pseudojurídica; entre ellos el llamado `Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia', principalmente de su testaferra la canadiense Louise Arbour, cuyas patrañas y prevaricaciones desvergonzadas han sido puestas al desnudo por eminentes juristas como el Dr. Alejandro Lycouredsos, quienes han puesto de relieve las desenfadadas irregularidades de procedimiento de la reciente inculpación del presidente yugoslavo, que ha sido simplemente una jugada propagandística más para justificar los criminales bombardeos de la NATO y luego la imposición de la ocupación atlantista (primer paso a la anexión de Kosovo a Albania) pisoteando todo los principios del derecho internacional.

Igual que otro instrumento más ha sido otro tribunal radicado en La Haya, el Tribunal Internacional de Justicia (habría que decir: de injusticia), el cual ha rehusado condenar la agresión de la NATO (se ha declarado incompetente, cuando su única misión es justamente la de preservar la paz condenando actos de agresión), so pretexto de que el gobierno de Belgrado había tardado varias semanas en denunciar la agresión ante el Tribunal. (Ya lo sabemos: con ese criterio, si tardamos en poner una denuncia por una agresión que hayamos sufrido, nos dirán que ya no vale; ¡como si unas semanas fueran un plazo de caducidad en casos así o como si no se tratara de un período razonable para preparar un acta de reclamación!)

Como vemos esos órganos, radicados en país beligerante (Holanda, uno de los torturadores y martirizadores del pueblo yugoslavo), son instrumentos de la dominación imperialista, igual que lo son las organizaciones pseudo-humanitarias como Amnesty International, siempre sospechosas de estar turbiamente manejadas y hoy más que nunca. Esas ONG's son el Auxilio Social de los imperialistas; y, al proclamar --en contra de todos los principios de la legalidad-- el principio de un supuesto derecho de intervención humanitaria, están avalando la intervención de los poderosos para imponer a sus protegidos. ¿Humanitaria? ¿Qué humanidad ha habido para los palestinos de Kuvait, muchos de los cuales ni siquiera simpatizaron con los iraquíes cuando estos liberaron por breve tiempo ese terreno de la costa mesopotamia en 1990-91? ¿Qué humanidad o qué piedad ha habido para con los serbios en Croacia?

El pretexto de la intervención humanitaria no es nada nuevo. Es viejo como el mundo. Ya lo usaron los Romanos en la Antigüedad. Sin remontarnos tan lejos, cabe recordar que los imperialistas españoles, en el siglo XVI, justificaron algunas de sus guerras de expansión en América central y meridional aduciendo razones humanitarias, para librar a los propios indios del cruel régimen de sus propios caciques, que los sometían a sacrificios humanos y a un trato duro. Desde luego, hoy nos reconforta pensar que filósofos y juristas españoles hubo --como Fray Francisco de Vitoria y Fray Bartolomé de las Casas-- que en plena borrachera imperialista del siglo XVI denunciaron esas justificaciones y señalaron que el horror de la guerra no puede justificarse con tales pretextos presuntamente de intervención humanitaria. Y, si no puede justificarse así la guerra, tampoco la esclavización de los pueblos.

Los imperialistas son fuertes, muy fuertes, fortísimos. Su poderío no lo ha tenido jamás nadie en la historia. Son fuertes en todo: tienen más dinero que el resto de los mortales, tienen armas de destrucción espantosa, tienen medios de propaganda y embaucación que superan lo que hubieran ambicionado sus predecesores. Pero su poder tiene límites.

En esta guerra apenas se han visto limitados por la lucha popular en sus propias casas, ya que lo ha impedido una conjugación de factores como el griterío del engaño, los intereses creados y la desorientación ideológica. Pero su propio éxito puede salirles caro. Ahora toman precauciones y se abstienen de proclamar abiertamente su intención de anexionar Kosovo a Albania (ya lo harán, van tanteando el terreno y preparando a la opinión para, llegado el momento, proclamarlo como una elemental necesidad de justicia, en compensación por los sufrimientos de la población albano-kosovar y en atención a sus anhelos). Mas a eso van. Y esa rectificación de fronteras impuesta por la guerra puede abrir una caja de Pandora en los Balcanes que acabe desestabilizando la propia dominación imperialista. Ya han iniciado a esgrimirse proclamas secesionistas en Transilvania, y veremos qué puede pasar, para empezar en el Sur de Albania, el Borio Epiro, que es de habla griega (sin que Albania le haya otorgado nunca ningún grado de autonomía), siguiendo por Tracia, Dobruya etc. El que siembra vientos recoge tempestades.

Será de ello lo que sea. Nuestra tarea, en cualquier caso, hoy por hoy es denunciar la dominación de terror que está imponiendo la NATO en la comarca serbia de Kosovo, reclamar el respeto de la legalidad, la salida del ocupante atlántico y la restauración plena de la soberanía de Yugoslavia en su territorio nacional.

Madrid. 15 de junio de 1999

Hermandad Proletaria ESPAÑA ROJA





[conferencia pronunciada en el marco de un debate sobre Yugoslavia, celebrado en la Casa de la Juventud de Tres Cantos, 15-06-1999; también presentó una conferencia Manuel Ballestero]
















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