José Mª Gil Robles y Quiñones había nacido en 1898. Catedrático de Derecho Político. Hombre entregado en cuerpo y alma a la Iglesia y sus jerarquías. Se inició en la política en las filas del partido social popular de D. Ángel Ossorio y Gallardo (quien, a raíz del golpe de estado del General Primo de Rivera en 1923, se hizo crítico de la monarquía y fue luego una destacada personalidad en la II República). Gil Robles fue diputado del partido agrario por Salamanca en 1931; luego diputado de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) por Salamanca en 1933 y 1936. Jefe de la «acción popular» que unos han visto como partido democristiano y otros como clerical-fascista. Su línea era la del reaccionarismo posibilista: llevar a la República tan a la derecha como fuera posible no planteando de momento la cuestión de la forma de gobierno; ministro en el «bienio negro» (1934-35) y responsable máximo de la dura represión del levantamiento obrero de Asturias (oct. de 1934). En 1936, con todas las demás fuerzas de la oligarquía española, se unió a la causa de la conspiración antirrepublicana y apoyó la sublevación fascista capitaneada por Francisco Franco, a cuyas órdenes mandó que se colocaran las huestes de la CEDA, que a menudo fueron de las más sanguinarias en el exterminio de los «rojos».

D. Niceto Alcalá-Zamora caracterizó así a la C.E.D.A.: `Fue el más heterogéneo conglomerado, sin más vínculo que la unión personal en Gil Robles, cuyas dotes de caudillaje se mostraron en eso mucho más que las de gobernante. Había en aquélla (en la C.E.D.A.) una buena parte de democracia cristiana, con gentes modestas y devotas, algunos clérigos transigentes y previsores, y núcleos de abolengo paradójicamente tradicionalista, [...] Hubo también otra parte o ala derecha de origen y de simpatías hacia el régimen monárquico, formada por propietarios asustadizos y aristócratas de segunda o tercera fila. En el centro bullía con agitación violenta una hueste de impulsos, métodos y fórmulas fascistas. [...] El tercero era el inadaptable, el peligroso... y lo peor fue que con éste coincidía, más bien que por la ambición por el temperamente, Gil Robles, con decidida y funesta preferencia.' (Memorias, Barcelona: Planeta, 1977; citado por Manuel Rubio Cabeza, Las Voces de la República, Barcelona: Planeta, 1985, p. 164.)

Gil Robles declaraba en 1937 (Aldo Garosci, Los intelectuales y la guerra de España, p. 203): `El ejército ha sido su iniciador [del alzamiento] y es el instrumento eficaz de la victoria. Pero, detrás de él, sin distinciones de regiones ni de clases sociales, están todos los españoles que no se han resignado a caer en las garras del comunismo. Es el levantamiento de una nación entera que, salvándose a sí misma, salvará a toda la civilización occidental'. O sea, a la propiedad privada. Entre los españoles resignados, según Gil Robles, a caer en las garras del comunismo estaban: Portela Valladares, Alcalá Zamora, Azaña, Prieto, Ossorio y Gallardo, Jiménez de Asúa, Martínez Barrio e incluso Juan Ramón Jiménez, Luis Recaséns Siches, el propio Menéndez Pidal, ninguno de los cuales se sumó al Alzamiento Nacional ni estaban «detrás» del ejército.



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